¿Compañero o enemigo?
Existe hoy en día una propuesta sobre las mesas educativas, estudiantes de secundaria que ejecutan labores de mediador/a en relación a los conflictos que puedan suceder en el aula. por supuesto, se trata de una medida opcional al juicio de cada instituto puesto que no se encuentra institucionalizado ni reglado de ninguna forma.
Junto a mis compañeros y compañeras del máster, realicé ciertas reflexiones y conclusiones acerca de este fenómeno y lo que idílicamente puede parecer una ventajosa práctica en pro de acabar con el bullying escolar, en nuestra opinión, resulta no ser más que otro foco de marginación y responsabilidad que no debería corresponder a ningún adolescente. Se exige del mediador que posea un alto grado de madurez, (lo suficiente para sobreponerse a sus propias emociones y gestionar las de los afectados) empatía y un cierto reconocimiento autoritario entre sus compañeros. Sumado a todo ello, este cargo se presenta como voluntario y sin compensación de ningún tipo.
Bajo estas premisas, mi grupo y yo coincidimos en que uno de los principales problemas para el desarrollo de esta dinámica es la visión del correspondiente mediador como un "chivato", un enemigo que evitar, más que una figura a la que respetar y acudir en caso de necesitar su ayuda. Lo que puede provocar en muchas ocasiones que lo que en un principio se pretendía evitar, quede reflejado en el propio adolescente.
Además consideramos que de esta forma, la autoridad del profesor/a queda rebajada al mismo tiempo que su responsabilidad como tutor (si lo fuere) del aula. Pensamos que es el mismo profesor quien debería encargarse de los posibles conflictos que surjan entre sus alumnos, no un/a joven de 12-16 años.
Por supuesto, no podemos obviar de dónde procede todo, puesto que los hogares son el principal punto de partida en la educación social de los hijos/as. A día de hoy resulta muy complicado encontrar una familia completamente estructurada tal y como el sistema desea, existen infinitas casuísticas dentro de cada uno de los núcleos que forman buena parte de lo que construye al adolescente, y está claro que no es este último quien elige dónde o con quién nacer.
En definitiva, la figura del mediador podría ser efectiva, sin embargo, existen muchas variables a tener en cuenta que obstaculizan todo el proceso y creemos que se pueden desarrollar técnicas alternativas o perfeccionar y matizar esta misma. Con el tiempo, y las estrategias adecuadas no debería suponer una medida demasiado aparatosa, no obstante puede que el remedio, en este caso, sea peor que la enfermedad.
-Olaya-
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