Broche de oro

 Para mi última entrada (hasta nuevo aviso) de este blog, he decidido mostraros un poquito más de mí. Aunque a través de todos los posts ya podíais intuir mi personalidad, hoy os traigo la introducción de quizás el trabajo (escrito) más importante de mi carrera hasta la fecha, mi TFG titulado "La producción musical femenina en Valladolid: Megy Nikol, Irene Crespo y Nuria Ojosnegros" Espero que os guste: 

Si bien el término “productor” (musical) apunta directamente hacia la definición de “persona que con responsabilidad financiera y comercial organiza la realización de una obra (musical) y aporta el capital necesario”, el concepto de “productora musical” parece estar más vinculado con la definición de “empresa o asociación de personas que se dedican a la producción discográfica”. Esta confusión en el uso del término “productora” es solo una evidencia más de la desventaja profesional a la que deben enfrentarse numerosas mujeres en el ámbito de la industria musical.

Como explica la intérprete y periodista Ana Vega Toscano, a pesar de haber sido silenciadas, las mujeres en la historia de la música son un elemento fundamental en la forma de concebirla. Por ejemplo, las primeras productoras e ingenieras de sonido fueron las etnomusicólogas estadounidenses Alice Cunningham Fletcher y Frances Densmore, reconocidas gracias a su labor de grabación y documentación del sonido de los pueblos nativo-americanos. Tiempo después, la canadiense Helen Oakley Dance se erigió como una de las más distinguidas productoras de la década de 1930, cuando las mujeres empezaron a introducirse en los estudios de grabación. Sin embargo, no fue hasta la década de 1990 cuando los estudios musicológicos comenzaron a realizar y publicar investigaciones en las que se cuestionasen los paradigmas tradicionales sobre el lugar de las mujeres en la música.

Otro de los problemas de base, es que la crítica feminista no se adentró en los estudios musicológicos hasta la década de 1980, mientras que, en las humanidades, las ciencias sociales y de la salud, o en otras artes como el cine, esta llegó de forma más temprana; se desarrolló inicialmente en EE.UU. y más tarde llegó a Europa, donde se recuperaron diferentes personalidades de la composición y la interpretación música.

El documental “Feminismo y música” del canal de la UNED evidencia cómo precisamente uno de los campos con mayores prejuicios respecto a las capacidades artísticas de una mujer es el de la composición. Ya desde los estudios elementales del conservatorio, parece haberse reservado para ellas, principalmente, el espacio de la interpretación de obras ajenas (normalmente compuestas por hombres), Marisa Manchado llega a realizar una categorización de los instrumentos como “para hombres” y “para mujeres” dentro de los precedentes en este asunto. Sin embargo, contraria a las autoras anteriores, la compositora y docente Manchado considera que actualmente se está experimentando un retroceso en la lucha por los derechos de la mujer en la música destacando el complicado acceso a puestos de trabajo estereotípicamente asociados a lo masculino.

La industria musical y más concretamente la producción musical, es un campo con una historia relativamente temprana. No fue hasta finales del siglo XX cuando la tecnología se instauró como medio esencial para el mundo musical con diversas finalidades como la consecución de un mejor sonido instrumental o vocal, el alcance de una mayor audiencia y la relevancia artística gracias a un incremento de la calidad del audio grabado. También facilitó el proceso compositivo sin necesidad de utilizar todos aquellos elementos que serían ineludibles en un proceso orgánico, por ejemplo, con la simulación de instrumentos a través del ordenador.

Gracias a todos los avances audio-tecnológicos logrados sobre todo en las últimas dos décadas, la producción musical ha llegado a convertirse en un proceso completo de grabación, mezcla y masterización directamente transportado a la obra final difundida al público, con un alcance ilimitado.

Trabajar delante de una mesa de sonido, con el manejo de monitores y el uso de un buen programa de estudio musical ha sido comúnmente considerado como una profesión “de hombres” mientras que a las mujeres se les suele asignar el rol de cantante que acude a grabar al estudio sin poseer prácticamente ninguna noción técnica. Sin embargo, estos últimos años se ha ido transformando esa realidad y cada vez son más las mujeres que se interesan por la producción musical, se forman académicamente en esta industria y ejercen su labor como profesionales de la misma. No obstante, ¿esta situación de desventaja laboral está cambiando realmente? ¿Cómo se vive desde dentro la cuestión de género en la industria musical? ¿Existe el acceso laboral igualitario para ambos géneros? ¿Cómo afectan cuestiones como la maternidad en su vida profesional?

El presente Trabajo de Fin de Grado pretende dar respuesta a estos interrogantes. En él se aborda, por lo tanto, el estudio de la producción musical femenina en la ciudad de Valladolid en la actualidad, a través de las figuras de Megy Nikol, Irene Crespo Zapatera y Nuria Ojosnegros Ramos. Los tres nombres señalados, se corresponden con tres productoras vallisoletanas que presentan una realidad profesional diferente: respectivamente, una autoproductora en casa, una productora dueña de su propio estudio y una productora que trabaja junto a su socio en el estudio propiedad de ambos.

Megy Nikol autoproduce composiciones originales a través de sus medios sin necesidad de tener un estudio de grabación profesional.


Irene Crespo Zapatera, por su parte, es la vocalista principal del grupo Erizo sibarita, y productora musical profesional en su estudio Atelerix Sonido. En este, ha trabajado con artistas como Raquel Martinfer o Malagua, ambas mujeres de la esfera musical vallisoletana actual con un estilo de pop acústico. 


Nuria Ojosnegros Ramos trabaja junto a Gustavo Fernández en Cascabel Estudios, una productora independiente en pleno centro de la ciudad. En general, considero interesante estudiar y mostrar el panorama femenino dentro del mundo de la música, en concreto de la producción musical que se desarrolla a día de hoy. 


Por un lado, como mujer y música, me siento identificada con los casos de estudio, además de que el tema me atañe directamente en lo que respecta a mi futuro laboral. Por otro lado, creo que las tres productoras que han colaborado con esta investigación merecen un espacio en el que expresar abiertamente sus inquietudes sobre esta problemática. Esta investigación permite dar a conocer distintas casuísticas profesionales de mujeres que se mueven dentro de la industria musical y del oficio de la producción cuyas experiencias profesionales y personales acercan al lector a los posibles obstáculos, facilidades, conflictos, victorias, inseguridades y certezas que hayan atravesado. El estudio pretende, además, sumarse y contribuir a los estudios de género sobre la música, que se han desarrollado con fuerza en los últimos años.


Espero que hayáis disfrutado tanto como yo de las entradas en este blog y recordad... la música también se estudia! Love u.

-Olaya- 

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